miércoles, 7 de diciembre de 2011

Una tarde de café

En ese afán incontrolable por mamar de los maestros y poder decir, sin sentirme un impostor, que soy escritor, he quedado a tomar un café con Gustavo Martín Garzo, Premio Nacional de Narrativa 1994, Premio Miguel Delibes 1995 y Premio Nadal 1999.

Hemos quedado, por decisión suya, en el café del Teatro Zorrilla. Por lo que cuentan, no es raro verlo por allí. Yo llego un poco antes, pero apenas he echado mano al móvil para bucear en Internet y matar el tiempo cuando aparece con un abrigo largo que no se quitará en todo el rato que estemos juntos. Anda algo resfriado, ésa es la razón, la misma por la que ha estado a punto de cancelar la cita, pero al final ha venido.

Hemos quedado, me permito reiterar esta expresión, para tomar un café, pero ninguno de los dos toma café. Al igual que yo, él también es un gran amante del té, aunque esta vez yo me decanto por una Coca-Cola. Hubiera sido muy bohemio añadirle un chorrito de ron, pero no me parecía apropiado, ya me emborracharé este sábado.

Comienzo con una confesión, un amigo ha descubierto hoy mismo una falta de ortografía en mi novela que me abochorna. “Ya puedes ir haciéndote a la idea de que eso es inevitable en cualquier libro, por mucho que lo revises”. La verdad es que me tranquiliza, buen comienzo.

Charlamos mucho y de muchas cosas, de mi novela, de la ansiedad al escribirla, del rumbo que toma una obra sin que llegues a controlarla, de lo que escribes y, lo que para él es más importante, de lo que no escribes, de lo necesario que es dejar cosas sin contar. Tomo nota de todo ello en mi cabeza, hay mucho que mejorar para la próxima, aunque Martín Garzo me asegura que esa percepción es algo “muy común” en todos los escritores, al menos en su caso.

Gustavo resulta encantador en el trato, parece algo tímido, quizá algo inquieto, pero sobre todo transmite bondad, e ilusión, la ilusión de un escritor novel, a pesar de su dilatada carrera literaria. No puedo por menos que compartir prácticamente todas sus reflexiones; algunas ya estaban en mi mente, a otras me suscribo al descubrirlas.

Le pido que me firme algunas novelas suyas que tengo en casa. Una en especial: ‘Las historias de Marta y Fernando’. Le pregunto por el nombre de la protagonista, “simple casualidad”, me dice.

-¿Por qué lo preguntas?

-Nada, su nombre y su descripción me traen recuerdos.

La conversación es amena y la hora se pasa casi volando, caminamos hasta El Corte Inglés. A mí me pilla de camino a casa y él quiere mirar unos DVD. Es un gran cinéfilo, según me confiesa. Ha sido un rato agradable. Casi se me olvida, justo antes de que se vaya le pido que se haga una foto conmigo, es preciso inmortalizar ese momento.



1 comentario:

  1. Me alegro de que te esté yendo tan bien, envidia (sana) tengo. Y oye, las erratas las hay siempre, no te flageles.

    A todo esto, redimensiona la foto de la cabecera, que se me desparrama fuera de la pantalla. ¡Y hazte twitter!

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