Siempre resulta emocionante presentar esa primera novela ante un público nuevo, pero si ese público se compone de familiares, amigos y paisanos, todo adquiere un aroma hogareño que te alegra el corazón. Así se puede resumir lo que ha sido la presentación de este domingo en mi pueblo, en Pedrajas de San Esteban.
Al igual que en la presentación oficial en Valladolid, he tenido el privilegio de contar como padrino de excepción con el subdelegado de Gobierno en la provincia, Cecilio Vadillo, acompañado, en esta ocasión, por el alcalde de la villa, Sergio Ledo.
Ambos me han abrumado con sus elogios, del todo inmerecidos, tras lo que me ha llegado el turno de tomar la palabra. A diferencia de mi primera presentación, el lugar elegido, la Sala Cultural y de Exposiciones municipal, aportaba un toque de cercanía en el que la gente me rodeaba y, lo más importante, me acompañaba.
La estancia tenía las sillas de manera que formaba un hemiciclo que envolvía la mesa, la cual estaba al mismo nivel que los asistentes. Ventaja de cercanía, inconveniente de la visibilidad. A pesar de todo, el acto se ha desarrollado entre el calor de la gente que compensaba la frialdad de la mañana pedrajera.
Quizá lo más bonito, después de que haya soltado mi tradicional perorata, es recibir las preguntas de tu gente, conocer sus opiniones y debatir acerca, no sólo de la novela, sino de la magia que rodea al oficio de escribir. Una deliciosa tertulia literaria, en resumen. También ha habido tiempo de reivindicar el tan denostado 'botellón' como algo cultural que enriquece a la juventud, a pesar de lo cual no está de más reclamar siempre civismo y evitar los excesos.
A continuación, turno de firmar ejemplares, con la circunstancia de que es la gente que conoces la que se acerca en busca de tu rúbrica, te felicita y te hace enrojecer; pero para eso, nadie como Jehú Ramírez, amigo y autor de la soberbia portada de 'En busca del hogar', quien ha tenido que tragarse su vergüenza y ponerse en pie para recibir el merecido aplauso del auditorio. Gracias una vez más, Jehú.
Un rato agradable en Pedrajas rematado con unas cervezas en ca Conrado, sempiterno bar de la localidad en el que celebrar, no la publicación de un libro, sino el cariño de un pueblo.
¡Gracias Pedrajas!
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