Juan M. Salamanca y Tomás Moro. Foto: Jesús Martín Sastre |
Tristes circunstancias obligaron a aplazarla, pero al fin se pudo celebrar la presentación de 'En busca del hogar' en Lagunilla (Salamanca), probablemente la más emocionante que haya tenido esta joven novela. En esta ocasión, la Biznaga no pudo llegar hasta este enclave de la Sierra de Béjar, pues su casco encalló en los guijarros del río Cuerpo de Hombre, modesto afluente del Alagón y subafluente del Tajo.
No se pudo llegar en barco, pero sí en coche, en un viejo Renault Laguna blanco, el mismo que en enero de 1995 realizó su viaje inaugural desde Valladolid hasta Lagunilla, cuando entonces su interior olía a nuevo y en la televisión repetían a bombo y platillo que era el Coche del Año. Cuánto ha llovido, pero de nuevo el Laguna negoció las retorcidas curvas de la carretera que comunica Béjar con el municipio y, como si el tiempo hubiera retrocedido 17 años, nos plantamos frente a la escuela.
Firma de ejemplares. Foto: Jesús Martín Sastre |
No es que el pueblo no haya cambiado, es que las vivencias olvidadas de aquel tiempo, animadas por el olor de las calefacciones de madera, brotaron de golpe, como si una presa se hubiera venido abajo, dando paso a los recuerdos de una infancia feliz que nunca se marchó del todo. Hoy el colegio rural agrupado 'Los Enebros', donde el autor de 'En busca del hogar' aprendió a leer y a escribir, ya no existe. La escuela, cuya imagen seguía viva como si de un sueño se tratara, está integrada ahora en el colegio de Puerto de Béjar, y las calles de cemento han dado paso a otras de lustrosas piedras pulidas. Todas esas mejoras arquitectónicas, fruto del progreso y de las inversiones de tiempos más boyantes, se mezclan con la realidad de un mundo rural que pelea por no desaparecer.
Precisamente, algunos de esos antiguos compañeros de pupitre se encuentran actualmente fuera de Lagunilla, pero las fiestas navideñas brindaron la posibilidad del reencuentro, una experiencia que eclipsó por completo a las aventuras del capitán Turk y sus hombres. Por una vez, ellos no eran los protagonistas.
¡Muchísimas gracias, Lagunilla!
Foto: Jesús Martín Sastre |