Presentación del cortometraje 'Cine y despedidas' |
Acaso por afición cervecera, siempre he asociado la palabra corto a cierta decepción, la de no poder disfrutar de una caña como Dios manda por falta de tiempo o necesidad de mantenerse sereno por la circunstancia que sea. Por suerte, el cine nos ofrece cuantiosas oportunidades de reconciliarnos con esta palabra a través de producciones de una dificultad técnica similar a la de un largo, pero con el mérito adicional de condensar en unos pocos minutos toda la complejidad de un relato que sería más fácil contar en un par de horas.
Como escritor que se cree que lo es, o al menos sueña que lo es, siempre he admirado a aquellos que dominan el microrrelato, en el que contar una buena historia es mucho más meritorio que derrochar 500 páginas para hacerlo, como en mi última novela. A diferencia de la cerveza, donde todo lo que sea bajar de la caña o el tercio supone un retroceso en el devenir de los tiempos, en la creación narrativa --ya sea por escrito o en formato audiovisual-- la síntesis en una tapa de degustación ofrece un chute de emociones más intenso muchas veces que en una gran ración talla menú asturiano, de modo que uno puede dejarse el alma en una butaca de un cine en poco más de cinco minutos.
Algo así ofrece Cine y despedidas, la última propuesta de Exterior Mar Producciones bajo la dirección de Jorge Cabanes y con guión y producción de Cecilia González Reza --con cuyo talento no puedo ser objetivo, cierto es--. La cinta se dio a conocer formalmente el pasado viernes, 30 de septiembre, en una premiere celebrada en los Cines Embajadores de Madrid.
A través de la conversación de Sara y Raúl, dos hermanos que en su infancia deben recurrir al cine y su pasión por la fantasía y la ciencia ficción para sobrellevar la marcha de su padre a otro país, el guión explora la nostalgia y la idea de que las películas pueden ser un salvavidas al que aferrarse en un mundo en el que todo vuela
Este corto se apoya en la ternura de dos hermanos en dos momentos cronológicos de sus vidas y en referentes del cine fantástico para ofrecernos una vuelta a la inocencia, a la capacidad onírica del celuloide y al poder sanador de un bol de palomitas. No puedo negar mi relación subjetiva con esta producción, pero tampoco la emoción que me causó esta historia protagonizada por Marta Levenfeld, Pepe Palomo y Valeria Vigueret, que cuenta en su equipo técnico con Antonio Sanz Jiménez al frente de la fotografía, Pablo Castillo en el sonido y Bárbara C. Salas en el montaje.
Rodada en icónicos emplazamientos de Madrid asociados al séptimo arte como la plaza de Callao --con sus cines homónimos y el celebérrimo cartel de Schweppes-- o la ecléctica Sala Equis, completan el equipo técnico de este cortometraje Carmen Perona como ayudante de producción, Manuel Rivero como ayudante de cámara, Alberto Pellicer a cargo de la SteadyCam (clave en la tensión dramática del filme), María Gómez Orea como estilista, Gloria Bosque al frente del maquillaje y peluquería, y el polifacético Alex Sedano como responsable de la foto fija y making of.
Un entrante exquisito para una jornada cinematográfica que esperemos incluyan pronto en el menú de muchos festivales. En este caso sí, un corto, por favor.