Contrada de Dora Grossa (Vía Garibaldi) |
Esta calle (la peatonal más larga de Europa), era a principios del S. XVII la única adoquinada de la ciudad y se encontraba dividida longitudinalmente por un curso fluvial hoy enterrado. Sobre el solar que ocupan los modernos edificios que pueden verse en la imagen se levantaba, en la novela, el palacio de la viuda Sofía Romañoli, primer amor en la ciudad del Po de nuestro embajador.
"Monté en mi caballo y me alejé despacio de la casa, desconsolado (...). Frené a Bético y lo giré para contemplar la fachada una vez más. Sin poder evitarlo, me persigné, entrelacé las manos, y recé por doña Sofía.
-Tenéis que cuidarla, Señor, no permitáis que le ocurra nada malo".
Castillo de los Acaya (Palacio Madama) |
La parte trasera de la fortaleza (en la imagen) conserva su aspecto medieval, mientras que la delantera presenta en la actualidad una soberbia fachada barroca labrada en mármol posterior a las aventuras del embajador. En él, Guillermo Mercader mantuvo en la trama un desagradable y novelesco encuentro nada menos que con Su Santidad Urbano VIII.
"El pontífice hizo su aparición en Turín por la tarde, cuando el tímido sol de la mañana había dado paso a un cielo encapotado que había roto en un terrible diluvio que inundaba las calles. El lugar destinado para albergar a tan excelso visitante fue precisamente la fortaleza que daba nombre a la plaza, perteneciente antaño a los príncipes de Acaya, una rama de la familia Saboya tras cuya extinción, el castillo pasó a convertirse en residencia de invitados. Ante el intenso aguacero, el carruaje cruzó veloz el pórtico y se metió en la plaza, donde varios criados esperaban el descenso del Papa para cubrirlo e impedir que se mojase. Ya una vez a salvo, Su Santidad fue saludada por la familia ducal, después de lo cual se dirigió al resto de presentes, entre los que me encontraba".
Río Po y puente Víctor Manuel I al fondo |
El lugar que ocupa el puente Víctor Manuel I (en la imagen) estaba ocupado en el S. XVII por otro de piedra reforzado con una estructura de madera.
"Esperar a las puertas de la urbe seguía siendo peligroso, de modo que bordeamos la muralla y seguimos paralelos al Po hasta alcanzar el puente que unía las dos orillas, el cual estaba normalmente custodiado por varios alguaciles que se encargaban de cobrar el correspondiente pontazgo. Esa tarde, en cambio, no había nadie. Al parecer, la peste había dejado al municipio mermado de corchetes, y los que quedaban, evitaban exponerse a recaudar dinero en un lugar rodeado de desheredados que se agazapaban en las riberas, dispuestos a abalanzarse sobre ellos para robarles los peajes de los viajeros".
Piazza San Carlo |
Piazza San Carlo
El edificio que cierra por el este la plaza porticada (en la imagen) ocupa el lugar donde la novela sitúa la residencia del embajador Guillermo Mercader.
"La plaza era el centro de los proyectos urbanísticos renacentistas del duque. La ciudad no era muy grande y apenas había desbordado los límites de la vieja muralla romana, salvo por el sur, donde se había configurado un nuevo barrio con sus propios muros defensivos. Para unir la nueva puerta meridional, llamada oportunamente Puerta Nueva, con la plaza del Castillo, centro de Turín, Carlos Manuel mandó trazar un amplio paseo que recibió el nombre de vía Nueva. En el punto donde esta calle se encontraba con la vieja muralla, se abrió una gran plaza, la de San Carlos, que en aquellos momentos aún estaba a medio levantar".
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