El mes de noviembre acababa cuando le planté a mi nueva novela la mágica palabra FIN. Un torbellino de sensaciones me sacudió entonces, otro muy distinto me ha visitado esta noche, cuando, aproximadamente tres meses después, he concluido el final del proceso de revisión y corrección.
A la emoción del final, siempre se suma la inseguridad y el miedo, inseguridad y miedo que se repiten en este momento, cuando la emoción se ve desplazada por una extraña sensación de liberación. Menudo peso que me he quitado de encima. Escribir es una necesidad, y muy placentero, pero desde que allá por agosto de 2011 me embarcara en nuevas aventuras, esta vez con un joven bachiller llamado Guillermo Mercader al que todo el mundo tendrá tiempo de conocer, el parto de esta novela, que aún no ha terminado, ha ido consumiendo fuerzas hasta dejarme en un estado de agotamiento mental que sólo una buena cerveza, acompañada de El Rocanrol de los Idiotas de Sabina, podrá devolverme.
Al empezar la revisión, la experiencia hacía pensar que esta vez todo sería más reposado, sin prisa, como debía de ser. Se ha revisado hasta la saciedad, sí, pero la ansiedad por terminar y, por qué no decirlo, la prisa, han acabado por aparecer, hasta que el cruce de la meta ha recordado a esas desesperadas carreras que de niño se echan para salvarse en el escondite antes de que el malvado que la liga te capture y te devuelva al Guantánamo que, no por menos cruel, es menos temido que el real por los alevines.
Pero al fin se ha logrado, se acabó. Es un momento importante, 'En busca del hogar' ya tiene quien la suceda en las estanterías. Y sin embargo, es un momento agridulce. No hay manera de desterrar esa intranquilidad, ese gusto amargo que deja el pensar que algún error se ha escapado, que después de todo, las erratas escondidas aparecerán como colosos en el lugar más indeseable de la página, para bochorno del autor y vergüenza ajena del lector. Tal vez en algún capítulo la trama flojee tanto que exigiera un repaso, y así hasta volver loco al hacedor, que sería incapaz de terminar nunca una obra si hubiera de esperar a sentirse totalmente satisfecho con lo parido. Tendrá que ser así.
Pues que sea así. Ahora Sabina canta ahora Peor para el Sol mientras la cerveza se acaba. Comienza una nueva etapa de este largo parto. Ahora es el turno de la edición, que necesitará también nuevas revisiones. Paciencia, al final tendremos Papa.
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